Zhao es uno de los 120 mártires chinos que derra­mó su sangre en medio de una de las tantas oleadas de persecución de la Iglesia en el impe­rio del Centro. El Cristianismo llegó a China, a través de Siria, en el año 600. A lo largo de la historia, el Cristianismo en China ha pasado por momentos de libertad alternados con varios de persecución. Gracias a las óptimas relaciones existentes entre algunos misioneros y el mismo emperador Kang Hsi, en especial, por sus servicios prestados por restablecer la paz entre el zar de Rusia y el “hijo del cielo” (es decir, el emperador), éste promulgó en 1692 el primer decreto de libertad religiosa, en virtud del cual todos sus súbditos podían seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla en sus vastos dominios. Como consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje evangélico se desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos que, atraídos por la luz de Cristo, pidieron recibir el bautismo. Pero, la política del empera­dor Kang Hsi cambió, y se inició la persecución (fuertemente influenciada por la del vecino Japón), que en unos sitios, de una manera abierta o encubierta, violenta o velada, se extendió prácticamente desde la primera década del siglo XVII hasta la mitad del siglo XIX, matando a misioneros y a fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias. Los 120 mártires santos vivieron entre los años 1648 y 1930. La mayoría de ellos (87), nacieron en China. Había niños, catequistas, padres y trabajadores; sus edades estaban entre los 9 y 72 años. Entre ellos, había cuatro sacerdotes chinos, uno de los cuales era Agustín Zhao Rong, sacerdote diocesano chino que, siendo antes uno de los soldados que escoltaron a Mons. Dufresse desde Chengdu hasta Beijing, había quedado impresionado por la paciencia de éste y había pedido ser contado entre los neófitos; una vez bautizado, se dirigió al Seminario, donde tiempo después sería ordenado sacerdote. Posteriormente, y ejer­ciendo su ministerio sacerdotal, fue arrestado, sufrió crueles suplicios y murió en 1815. Fue canonizado con otros compañeros mártires el 1 de octubre del año 2000 por el Papa Juan Pablo II.

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