OBEDIENCIA GENEROSA DE MARÍA

Virtud de María: la humildad.
Hermanos, hoy la Liturgia nos trae el episodio de la Anunciación y, como decíamos ayer, podría haber sido el primer «Pentecostés» de Maria, pues la ha visitado el ángel del Señor y sobre Ella se posó el Espíritu Santo. El Espíritu forma la humanidad de Jesús y la une al Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús; no hay cumbre mayor a partir de entonces. Y el gozo embarga el Corazón de María, que es, desde entonces, Madre de Dios Hijo. Ella tenía motivos más que suficientes para reconocerse superior a sus semejantes. Se vio adornada de dones y gracias que excedían por mucho a los de las demás personas; sin embargo, Ella vivió siempre y en todo momento con una humildad y simplicidad que nos llenan de asombro. Al tener uso de razón, nos es complicado obedecer a otros, pues, aparte de que el ego y el orgullo nos pueden dominar, nuestras formas de ver las cosas pueden variar tanto que lo que para una persona está bien, para la otra está mal. Pero la Madre bendita de Jesús nos ha dado muestras de que la obediencia nos proporciona ventajas inestimables: 1. impide los malos efectos del amor propio; 2. nos aleja de las dudas y perplejidades a las que uno está siempre expuesto cuando quiere conducirse por sí mismo. La obediencia de María a la tarea que Dios le había delegado hubiera implicado el abandono de su prometido y su deshonra como mujer, pero Ella no se detuvo a pensar en las consecuencias que traería el obedecer a Dios, sino que al oír el mandato respondió positivamente. Aprendamos de María a dar vida, cuidar de nuestra familia y llevar a Dios a nuestros hogares.

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