(Audiencia del Papa Benedicto XVI)

Hoy contemplamos a dos de los doce Apóstoles: Simón el Cananeo y Judas Tadeo (a quien no hay que confundir con Judas Iscariote). Los consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los Doce siempre aparecen juntos (cf. Mt 10, 4; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13), sino también porque las noticias que se refieren a ellos no son muchas, si exceptuamos el hecho de que el canon del Nuevo Testamento conserva una carta atribuida a Judas Tadeo. Simón recibe un epíteto diferente en las cuatro listas: mientras Mateo y Marcos lo llaman “Cananeo”, Lucas en cambio lo define “Zelota”. En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo: en hebreo, el verbo qanà’ significa “ser celoso, apasionado” y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo que eligió (cf. Ex 20, 5), como a los hombres que tienen celo ardiente por servir al Dios único con plena entrega, como Elías (cf. 1 R 19, 10).Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina. Si es así, Simón está en los antípodas de Mateo que, por el contrario, como publicano procedía de una actividad considerada totalmente impura. Por lo que se refiere a Judas Tadeo, así es llamado por la tradición, uniendo dos nombres diversos:  mientras Mateo y Marcos lo llaman simplemente “Tadeo” (Mt 10, 3; Mc 3, 18), Lucas lo llama “Judas de Santiago” (Lc 6, 16; Hch 1, 13). No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y se explica como proveniente del arameo taddà’, que quiere decir “pecho” y por tanto significaría “magnánimo”, o como una abreviación de un nombre griego como “Teodoro, Teódoto”. Se sabe poco de él. Sólo san Juan señala una petición que hizo a Jesús durante la última Cena. Tadeo le dice al Señor: “Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?”. Es una cuestión de gran actualidad; también nosotros preguntamos al Señor: ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él” (Jn 14, 22-23). Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado. A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se suelen llamar “católicas” por no estar dirigidas a una Iglesia local determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige “a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo” (…) De Simón, el más desconocido de todos los apóstoles, la Sagrada Escritura conserva solamente el nombre, que comparte con otro Simón. Para distinguirlo de Simón Pedro, los evangelistas Mateo y Marcos le dan el sobrenombre de “Zelotes” o Cananeo. El apodo puede señalar la ciudad de proveniencia (Caná) o su pertenencia al partido de los “Zelotes”, los “celosos” de las tradiciones judías. Nada sabemos de las circunstancias que se refieren a su vocación. Simón, el desconocido, es, en todo caso, apóstol del Señor, prototipo de tantos discípulos sin nombre, que trabajan durante toda su vida en la viña del Señor o combaten en las trincheras de la fe, no en vista de una mención de honor, sino por el triunfo del Reino de Dios. Como los otros apóstoles, también Simón recorrió los caminos del Evangelio en condiciones de pobreza y con humildad, predicando la Buena Nueva del Señor a los hombres. Simón, según algunas noticias del historiador Eusebio, parece que fue el sucesor de Santiago en la cátedra de Jerusalén durante los años de la trágica destrucción de la ciudad santa. Su actividad, más allá de los límites de Palestina, se deduce de los legendarios “Hechos de Simón y Judas”, documento en el que se informa que los dos apóstoles recorrieron juntos las provincias del imperio persa. Según Egesipo, el apóstol sufrió el martirio durante el gobierno de Trajano en el 107, a la edad de 120 años.

TeólogoSantos  (Audiencia del Papa Benedicto XVI) Hoy contemplamos a dos de los doce Apóstoles: Simón el Cananeo y Judas Tadeo (a quien no hay que confundir con Judas Iscariote). Los consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los Doce siempre aparecen juntos (cf. Mt 10, 4; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13), sino también porque...Tu adoración diaria al Santísimo - Manual de oración y formación católica