“Sed santos, como vuestro Padre es santo”. (1P. 1,16) La invitación de Jesús a la santidad, es una llamada que interpela a todo creyente. Cada persona debe tomar esta llamada en serio. Necesitamos un mundo más santo. No es difícil pero si requiere de mucho sacrificio. Hay que profundizar mucho en la mina para encontrar la riqueza que esconde.
La santidad no se compra ni se vende, tampoco se gana en un sorteo. Es un trabajo asiduo, constante, disciplinado. Cada momento de mi vida debe estar lleno de santidad, es una tarea de perseverancia.
La santidad no excluye el error, es decir, una caída, error o desliz no son motivo para perder mi esperanza en querer ser santo. Cada vez que caigo, debo levantarme y tomar la firme decisión de no volver a caer. Ahí mi decisión es de ser santo.
Empezar a controlar esas “pequeñas” actitudes que me han ido acompañando durante la vida pero que, de alguna manera, no están bien, me ayudan a ser santo. Muchas veces nos quedamos en conformismos y, porque son cosas pequeñas, pensamos que el error no es mayor.
Debemos empezar a mejorar los pequeños errores, éstos no pueden crecer porque el daño será mayor. Pero tampoco podemos permitir el mal menor, es un mal y punto. La santidad implica evitar ofender hasta en lo mínimo y amar desde las pequeñas cosas.
En el mundo tenemos millones de testimonio de personas santas; algunas canonizadas, otras, en el olvido. El hecho es que, ante Dios, unos y otros han sido reconocidos por esforzarse en llevar una vida según la voluntad de Dios.
También nosotros debemos luchar por eso: agradar en todo a Dios. Si alguna vez no lo hacemos, es de santos acercarse al sacramento de la reconciliación y obtener el perdón de Dios por nuestros pecados.
Invocamos a la mujer más santa del mundo: La Virgen Santísima y, como Ella, derribemos de nuestras vidas todo lo que nos impide caminar en la santidad y cultivemos las grandes virtudes marianas, que sin duda, serán herramientas para vivir cada día en santidad.
“Sed santos, como vuestro Padre es santo”. (1P. 1,16) La invitación de Jesús a la santidad, es una llamada que interpela a todo creyente. Cada persona debe tomar esta llamada en serio. Necesitamos un mundo más santo. No es difícil pero si requiere de mucho sacrificio. Hay que profundizar mucho en la mina para encontrar la riqueza que esconde.
La santidad no se compra ni se vende, tampoco se gana en un sorteo. Es un trabajo asiduo, constante, disciplinado. Cada momento de mi vida debe estar lleno de santidad, es una tarea de perseverancia.
La santidad no excluye el error, es decir, una caída, error o desliz no son motivo para perder mi esperanza en querer ser santo. Cada vez que caigo, debo levantarme y tomar la firme decisión de no volver a caer. Ahí mi decisión es de ser santo.
Empezar a controlar esas “pequeñas” actitudes que me han ido acompañando durante la vida pero que, de alguna manera, no están bien, me ayudan a ser santo. Muchas veces nos quedamos en conformismos y, porque son cosas pequeñas, pensamos que el error no es mayor.
Debemos empezar a mejorar los pequeños errores, éstos no pueden crecer porque el daño será mayor. Pero tampoco podemos permitir el mal menor, es un mal y punto. La santidad implica evitar ofender hasta en lo mínimo y amar desde las pequeñas cosas.
En el mundo tenemos millones de testimonio de personas santas; algunas canonizadas, otras, en el olvido. El hecho es que, ante Dios, unos y otros han sido reconocidos por esforzarse en llevar una vida según la voluntad de Dios.
También nosotros debemos luchar por eso: agradar en todo a Dios. Si alguna vez no lo hacemos, es de santos acercarse al sacramento de la reconciliación y obtener el perdón de Dios por nuestros pecados.
Invocamos a la mujer más santa del mundo: La Virgen Santísima y, como Ella, derribemos de nuestras vidas todo lo que nos impide caminar en la santidad y cultivemos las grandes virtudes marianas, que sin duda, serán herramientas para vivir cada día en santidad.
http://www.minutosdeamor.com/2010/11/03/editorial-noviembre-2010/diseñadorEditoriales“Sed santos, como vuestro Padre es santo”. (1P. 1,16) La invitación de Jesús a la santidad, es una llamada que interpela a todo creyente. Cada persona debe tomar esta llamada en serio. Necesitamos un mundo más santo. No es difícil pero si requiere de mucho sacrificio. Hay que profundizar...diseñadorAna MaríaSanabriaamsanabrias@gmail.comAdministratorMinutos De Amor
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