Hermanos, con la Fiesta de la Presentación del Señor celebramos la fiesta de la Luz. Jesús es presentado en el templo y aquí, una vez más, Dios entrega a su Hijo como la Luz verdadera que no conoce la oscuridad, aquella que guía a todo ser humano.

Nuestra vida debe estar siempre desbordada de esta Luz para que quede manifiesto que las obras de las tinieblas nunca podrán contra nosotros. Ahora bien, debemos ser conscientes que esta Luz viene de Dios y que resplandece plenamente en su Hijo, quien se manifiesta en cada acción que realizamos como creyentes. Algunas fuentes de la Luz del Señor son:

–       La oración que nos fortalece en medio de las incertidumbres y nos ilumina el camino. Ella es alabanza a Dios y Él, en su bondad, nos llena de bendiciones. Hay un mensaje que dice: “Lo que sube a Dios en oración, baja en bendición”. Mejor verdad que esta sobre la oración no existe.

–       La Sagrada Eucaristía: qué mayor Luz que el mismo Pan bajado del cielo, que entra a nuestra vida para alimentarnos y hacernos más fuertes ante las tentaciones y dificultades, y así sentir que nos hacemos “uno” con Jesús y con su divino amor.

–       La Palabra de Dios “es lámpara para iluminar nuestros pasos”; una Luz que brilla constantemente y que jamás se apagará si nosotros la buscamos, no con argumentos científicos, sino como una historia que revela el amor infinito de Dios por la humanidad.

En la Fiesta de la Presentación del Señor, y a lo largo de este mes, amados hermanos, encendamos un cirio y presentemos nuestra vida, recordando nuestro Bautismo y pidiendo siempre la Luz que viene de lo alto, para así estar seguros que nuestra vida también estará en la presencia de Dios y, en un futuro, en la plenitud de su eternidad.

 

En Familia, Minutos de Amor.

 

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