Nació el 11 de enero de 1819 en Füssen, región católica de Baviera (Alemania). El deseo de ser sacerdote lo tuvo desde muy temprano, dada su admiración por las cosas del Evangelio. En 1842, tras concluir sus estudios de filosofía, entró en el seminario diocesano. Después de encontrarse con los misioneros Redentoristas, decidió ingresar en esta congregación y ponerse al servicio de los inmigrantes alemanes residentes en Estados Unidos. Lo acogen allí el 22 de noviembre de 1848. Al año siguiente, zarpó hacia Estados Unidos desde Le Havre, Francia, para llegar a New York el 20 de abril de 1843. El 22 de diciembre de 1844, terminado el noviciado y completados sus estudios de teología, Seelos es ordenado sacerdote. Tras su ordenación, trabajó durante nueve años en la parroquia de Santa Filomena en Pittsburgh, Pennsylvania, primero, en calidad de vicepárroco con San Juan N. Neumann (el primer santo de los Estados Unidos de América), después, como Superior de la comunidad religiosa redentorista y, más tarde, durante otros tres años, como párroco. Con este santo, su principal ocupación era predicar misiones en diferentes poblaciones. Fiel al carisma redentorista, lleva un estilo de vida modesto y se expresa con palabras sencillas. En 1854, es trasladado de Pittsburgh a Baltimore y, más tarde, en 1857, a Cumberland. En 1862, lo vemos ya en Annapolis, siempre ocupado en el servicio parroquial y entregado a la formación de los futuros Redentoristas. El Padre Seelos se dedicó durante 3 años (1863-1866) a la vida de misionero itinerante, predicando en inglés y en alemán en los estados de Connecticut, Illinois, Michigan, Missouri, New Jersey, New York, Ohio, Pennsylvania, Rhode Island y Wisconsin. Tras un breve período de ministerio parroquial en Detroit, Michigan, en 1866, es destinado a la comunidad redentorista de New Orleans, Louisiana. También aquí ejerce de párroco de la iglesia de la Asunción de Santa María. Fue, para los fieles, un párroco alegre, dispuesto y supremamente sensible a las necesidades de los más pobres y de los más abandonados. En el mes de septiembre, exhausto tras haber visitado y cuidado a las víctimas de una epidemia de fiebre amarilla, contrae la terrible enfermedad. Tras varias semanas de sufrimiento, que padece con santa resignación, muere el 4 de octubre de 1867, a la edad de 48 años y 9 meses. Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en el año 2000.

 

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